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Apuntes Miércoles 17 de Diciembre

| lunes, 12 de enero de 2009


Miércoles 17 de Diciembre


Puertas de Alcalá, San Vicente, Toledo y Hierro


La entrada triunfal de Madrid monumentalizada con la Puerta de Alcalá.

Puerta de Hierro

(Situación)

Al Noroeste de la ciudad.









Puerta de San Vicente

(Situación)

Cerca del Palacio Real, al final de la Cuesta de San Vicente.
De definición simple, al igual que la anterior. Dístilo coronado con un frontón.

El origen de la Puerta de San Vicente se remonta a 1726, cuando el marqués de Vadillo encargó a Pedro de Ribera la construcción de una puerta monumental que sustituyera a una anterior –denominada del parque- y que por aquel entonces estaba derruida. La nueva puerta, compuesta por tres arcos, adoptó el nombre de San Vicente por estar adornada con la estatua de dicho santo.
En 1770 fue derribada con motivo de las obras de remodelación de la Cuesta de San Vicente y de los nuevos accesos occidentales del palacio real. Poco tiempo después, Carlos III encargó a Francisco Sabatini la construcción de una nueva, cuyas obras terminarían en 1775.
La nueva puerta se situó un poco más abajo que la anterior y se componía de un arco y dos postigos. El arco, adornado con dos columnas dóricas por la parte de fuera y dos pilastras del mismo orden hacia el interior, estaba coronado por un frontispicio triangular rematado por un trofeo militar. A los lados se situaron los dos postigos, más bajos y coronados también por trofeos. Esta puerta de Sabatini corrió la misma suerte que las anteriores, fue demolida en 1890 para aligerar el tráfico de la zona, aunque ha sido reconstruida recientemente aprovechando las molduras de las cornisas superiores que todavía se conservaban de la original. El resto es una reproducción, destacando la cabeza del león, y los grupos de instrumentos musicales, banderas y armas, realizados por José Luis Parés Parra. Fue inaugurada el 25 de abril de 1995.


Puerta de Toledo

(Situación )
Visión tardía ya convertida en arco de triunfo.
Entablamento + Ático + Esculturas

Sustituyó a la antigua puerta y fue levantada para conmemorar la "Soberanía Nacional", promulgada en las Cortes de Cádiz.
Se empezaron las obras en 1813 pero fueron paralizadas. Posteriormente Fernando VII dio consentimiento para continuarlas y así quedó inmortalizado en la leyenda del cuerpo superior.
Repite el modelo de tres vanos de las Puertas de Alcalá y de San Vicente. Tiene dos fachadas: una con pilastras y medias columnas que da al río y otro más urbana sólo con pilastras. Los elementos escultóricos fueron diseñados por José Ginés y realizados por el cantero José de Arenilla. Fue proyectada por Antonio López Aguado, siguiendo las pautas del neoclasicismo.
Originalmente tuvo dos edificios a ambos lados, que han desaparecido, por lo que al estar exenta tiene un aspecto demasiado pesado. Al construirla se remodelaron las calles adyacentes en un programa que pretendía urbanizar desde la puerta hasta el Puente de Toledo, creando una plaza intermedia que fue la Glorieta de Pirámides.


Puerta de Alcalá

(Situación)
De Sabatini, pieza fundamental de la arquitectura.
Salto respecto a las anteriores, planteando una pieza nueva e inédita en la historia de la arquitectura.
Intradós y extradós distintos, desde fuera semicolumnas y dentro pilastras.
Uso maestro de la arquitectura, funcional cuando debe serlo y simbólica también cuando debe serlo, al estar ya fuera de la ciudad se convertirá en símbolo inmediatamente.

Contraste con puertas homólogas europeas:
Arco del Carrusel (París): traslación moderna del arco de triunfo romano, el Arco de Constantino.
Arco de la Estrella (París): referencia al Arco de Tito.
Puerta de Brandemburgo (Berlín): juega a límite de ciudad y arco ceremonial. Unos propíleos más que un arco. La única que resiste comparación con Alcalá. Una cierra una época y la otra la abre, el neoclasicismo.

Enmarcada dentro de las reformas de embellecimiento de la ciudad promovidas por Carlos III, y concretamente de la gran operación urbana del Salón del Prado, se realizó esta nueva Puerta de Alcalá o entrada principal a la Corte, con el fin de sustituir a la antigua, construida en 1599 con motivo de la llegada de la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III.
Para la redacción del proyecto se convocó un concurso al que fueron invitados a participar José de Hermosilla, autor de las trazas del dicho Paseo, Ventura Rodríguez y Sabatini, resultando elegidas las dos propuestas de éste, quien finalmente desarrolló una síntesis de ambas, aun cuando fueran variaciones de un mismo tema.
Concebida como un gran arco triunfal, dentro del barroco clasicista y con influencias de la Fuente dell'Acqua Paola y de la portada del Palacio Barberini de Roma, está organizada por un cuerpo con cinco vanos, arcos de medio punto en los tres centrales, y menores, y adintelados los laterales, éstos para peatones, más un ático sobre el eje intermedio, coronado por un frontón triangular hacia el interior y semicircular, partido con las armas reales, hacia el exterior. Este frente está adornado con diez semicolumnas, mientras que el otro con el mismo número, pero de pilastras, más dos semicolumnas similares a las opuestas, todas sobre un zócalo y de orden jónico, coronados los capiteles con cabezas monstruosas que siguen un irrealizado boceto de 1538 de Miguel Ángel para la reforma del Capitolio de Roma.
De líneas sencillas y armónicas, fue construida con materiales tradicionales, granito de Segovia para la arquitectura y piedra de Colmenar para los motivos decorativos, angelotes, escudos, armas, yelmos, obra de los escultores Roberto Michel y Francisco Gutiérrez.



Piezas arquitectónicas en el Paseo del Prado: Observatorio Astronómico, Jardín Botánico (puertas) y el Gabinete de Estudios de Ciencias.


Real Gabinete, Academia y Museo de Historia Natural


(Situación)
Concebido originalmente como una arquitectura plural sin necesidad de ceñirla a una caja única.
A los pocos años, sin llegar a terminarse, se destruyen ciertas partes o sufren daños. Cuando termina la guerra lo que se demandaba era otra cosa y cuando se abra al público será ya como Museo del Prado. Con los años se irá ampliando paulatinamente, siendo la última ampliación de Moneo.

No se trata pues de un museo concebido como tal. Era para otras cosas, lo más parecido a un centro de investigación I+D+I de hoy en día.

Basílica + Rotonda + Palacio con una espina que lo vertebra:
- Dos cubos (figuras perfectas) uno organizado entorno a un lleno (espacio central cupulado) y el otro frente a un vacío (patio).
- En medio una basílica.
- Todo unido mediante un corredor.

Para su estudio seguiremos el libro de Fernando Chueca Goitia "El Museo del Prado" en Varia Neoclásica (referencia 733 CHU en la biblioteca).


Frente principal con el atrio sobresaliendo, los pabellones y las galerías que se tratan de forma característica: jónico arriba y juego de arcos, nichos y llenos abajo.







Dos cubos perfectos en los extremos. De la misma dimensión es la galería. El elemento central de justo la mitad (en la imagen dimensionalmente a=b=c/2):

a   a   a/2   a   a


El pabellón sur se desarrolla en torno a un patio de cortile. No existe un corredor que lo envuelva por completo, tan sólo por tres lados quedando el cuarto como sala de exposición.

El pabellón norte se organiza en torno a un lleno, un espacio cupulado. Debido a la topografía, originalmente sólo de una planta.

El cuerpo central es una basílica, también experimentada por Juan de Villanueva en el Oratorio del Caballero de Gracia, junto con un vestíbulo principal con dos elementos de servicio. Pórtico hexástilo frontal y bóveda de gajos.

Esas funciones desconocidas en aquel momento se van montando sobre piezas arquitectónicas conocidas que se unen en un edificio único.

Diferentes variantes compositivas referentes a las posibles dimensiones de extremos y corredor. La B es la solución de Villanueva.














Pluralidad de órdenes interpretados por zonas:



Entrada principal: pórtico hexástilo dórico de columnas de fuste entero coronado en ático posado sobre las cuatro columnas centrales.
Bóveda de gajos.

















Galerías más renacentistas que griegas: veneciano de columnata versus muro perforado inferior.











Frente de las piezas extremas: un paño continuo como los que veíamos ayer de los palacios y otras muchas arquitecturas de Madrid antes del XIX.
Un tratamiento diferente se les dará a los laterales norte y sur.






Pieza sur palaciega: la fachada lateral se dobla y en el centro un hexástilo corintio en plataforma superior formando una balconada sobre cuerpo resaltado inferior.







Otra vez se dobla la fachada en la pieza norte con un atrasado pórtico jónico de entrada.

Cada orden se utiliza en para un carácter distinto de fachada.





Obra maestra y de modélica composición de Juan de Villanueva. La escuela española de arquitectura será totalmente deudora del arquitecto, su influencia será enorme aunque sus estudios no se llegaran a difundir como los de otros (Boullée o Durand).


Interiores: rotonda del pabellón norte y galería en planta baja y primera.





Con destino al lugar que por deseo de Carlos III, y de su primer ministro el conde de Floridablanca, debía convertirse en foco del saber ilustrado, esto es, los terrenos que mediaban entre el Real Sitio del Buen Retiro y los Paseos del Prado y Atocha, le fue encomendado al arquitecto Juan de Villanueva la ejecución de este gran palacio, originalmente de las ciencias, cuyo programa incluía un Gabinete de Historia Natural, la Academia de Ciencias Naturales y un gran salón de juntas para ésta, con la posibilidad de compartirlo con la de Bellas Artes de San Fernando.
El solar elegido se situaba al Norte del recién fundado Real Jardín Botánico, entre la Iglesia y Monasterio de San Jerónimo y el Salón del Prado, para el que concibe un bloque de gran desarrollo lineal que embellece y cierra ópticamente este Paseo. Nacía, por tanto, con vocación urbana, con pretensión de participar en la renovación de este espacio público, que por entonces se venía ejecutando, máxime porqué el edificio debía ser considerado pieza fundamental de ese gran conjunto, paradigma de la Ilustración, y adaptarse al uso para el que había sido destinado.
Esta circunstancia explica que un primer proyecto, que se correspondería con el conservado en la Academia de San Fernando, firmado y fechado el 25 de mayo de 1785, apareciera antepuesta al edificio una elegante e insólita logia, una stoa, de inspiración clásica, con la que se pretendía crear una falsa fachada y a la vez un foro romano que sirviera de transición entre el exterior y el nuevo monumento sagrado, templo de la ciencia y la razón. No hay certeza sobre si ésta fue la propuesta elegida por el Ministro, con la aquiescencia del Monarca y entre las dos presentadas por Villanueva, o si por el contrario fue la perdida, sobre la que se conserva una maqueta, aunque ésta parece una fase intermedia entre aquella y la tercera y definitiva que hoy se contempla.
En cualquier caso, el planteamiento era común a las tres, pues la diferencia de funciones que imponía el referido programa del edificio, así como la acusada pendiente del terreno en que se asienta, obligaron al arquitecto a resolverlo, no como uno, sino como tres autónomos bajo una misma piel, en plantas superpuestas, con entradas diferentes en cada frente y circulaciones en fondo de saco. Así, por el Norte, y mediante una rampa curva, se accedía al Gabinete, que ocupaba todo el nivel principal y había sido proyectado como una galería-museo entre rotondas, mientras que por la Sur se entraba en el nivel inferior, donde se hallaban dispuestas las escuelas de Botánica y Química, a lo largo de un corredor central. Con el pórtico occidental hacia el Prado se comunicaba el Salón de Juntas, de doble altura y recorrido por una galería accesible desde el piso principal, el cual se organizaba según un eje ortogonal y central, que otorgaba al conjunto planta en T simétrica.
Iniciada la excavación y cimentación en 1788, se produjo la modificación del proyecto original, motivada por su excesivo coste, lo que obligó a Villanueva a prescindir de la stoa o estructura porticada, cuyos elementos fundamentales quedaron incorporados en la nueva fachada hacia el Salón del Prado. Sin embargo, no renunció a su compromiso urbano y a su comprensión solo desde la perspectiva de éste, enfatizando matices y detalles compositivos, avanzando o retrocediendo planos, incluso alterando órdenes que le ayudaran a lograr su objetivo.
La Invasión Francesa en 1808 paralizó las obras, cuando ya se hallaban concluidos los tres frentes principales y gran parte de los espacios interiores, por lo que la conclusión del edificio la realizarían los sucesores de Juan de Villanueva, fallecido en 1811, pero respetando en gran medida su espíritu clásico. Acabada la Guerra, fue su discípulo López Aguado el encargado del saneamiento y consolidación del Museo, pues el abandono y ocupación lo había deteriorado enormemente, pero aún con un futuro indefinido. Finalmente, el 3 de marzo de 1818 los reyes Fernando VII y María Isabel de Braganza tomaban bajo su protección el edificio, con intención de convertirlo en Galería o Museo de las Nobles Artes, trasladando aquí muchas de las pinturas y esculturas que adornaban los Palacios Reales. Comienza entonces su transformación a un uso no muy diferente del previsto por Villanueva, con menores medios económicos, que obligaron a López Aguado a ejecutar arquitecturas fingidas.
A partir de 1847, Pascual y Colomer se encarga de concluir el inacabado Salón absidial o de Juntas, construyendo una tribuna galería en el nivel principal, sostenida por columnas de fundición de orden corintio. Mayor trascendencia tendrían las actuaciones de Jareño y Alarcón desde 1879, creando una escalera en la fachada Norte, que en 1943 sería sustituida por la actual de Pedro Muguruza, con lo que destruía la concepción original de edificio, como describió Chueca Goitia, compuesto por dos plantas bajas.
A Arbós se debe la primera ampliación del Museo del Prado para aumentar la capacidad de exposición, creando dos pabellones paralelos a la gran galería, pero separados de ella por patios rectangulares, que desdoblaban la circulación y desordenaban la claridad del esquema de Villanueva, además de ocultar para siempre su frente oriental. Obligados por esta disposición, Chueca y Lorente abordarían la segunda ampliación, adosando otra crujía a la anterior, pero con longitud menor para liberar el ábside. En los años siguientes se fueron ocupando los patios y todos los espacios posibles del edificio, además de presentarse alternativas de aumento de un Museo que se mostraba insuficiente para acoger y adaptarse a las modernas necesidades, en las que se enmarcarían las interesantes propuestas de Partearroyo de 1992.
Tres años después, tras infructuosos planes de adquisición de edificios emblemáticos próximos, se convocaba, desde el Ministerio de Cultura, un concurso internacional de ideas para la ampliación, en el que debían incorporarse las ruinas del Claustro de los Jerónimos y la comunicación con el Casón y Salón de Reinos del Buen Retiro, el cual habría de quedar desierto por resolución del 5 de septiembre de 1996, aunque se concedieran dos menciones a los equipos de Alberto Martínez Castillo y Beatriz Matos y Jean Pierre Dürig y Philippe Rämi. Finalmente, se optó por convocar a los diez finalistas del referido concurso, para que presentaran un plan de ampliación sobre las bases diseñadas por Antonio Fernández Alba, arquitecto miembro del Patronato del Prado, resultando elegido Rafael Moneo. Tras sucesivas adaptaciones de la idea inicial, abierta a las sugerencias de comisiones y organismos, el 15 de marzo de 2000 se aprobó el proyecto definitivo de esta operación a la que se ha denominado el Prado del siglo XXI, cuya conclusión está prevista para el año 2004. Haciendo de la fachada de Velázquez o de poniente la principal, resuelve el programa de una institución actual de este tipo, incorporando un auditorio, biblioteca, restaurante, tienda, información, guardarropas, aseos, así como salas de exposiciones temporales, hasta alcanzar una superficie de 16.700 m2. No obstante, el más polémico aspecto y más debatido socialmente ha sido el semicierre del abandonado Claustro con un volumen rotundo, armónico en alturas y texturas con la zona, con el que se prevé devolverle su carácter de espacio interior y dotarle de una nueva función.



Jardín Botánico


(Situación)
De Juan de Villanueva. Dos pabellones longitudinales organizando un espacio común que los une por el centro. Un lado cerrado y otro abierto al jardín.
Dos puertas de entrada, una principal en el paseo del Prado, de corte clásico con columnas dóricas y frontón, y otra entrada secundaría que daba al Museo del Prado y que es por donde actualmente se accede al recinto.

"Para salud y recreo de los ciudadanos", como reza la inscripción de su primitiva entrada, y para establecimiento de una escuela de Botánica, decidió Carlos III promulgar la Real Orden del 25 de julio de 1774 por la que trasladaba el reducido y modesto Jardín Botánico, fundado por su hermano Fernando VI dos décadas antes en el Soto de Migascalientes, junto al río Manzanares, a este emplazamiento actual. Querían convertir el Monarca y sus ministros este sector, al Sur del Real Sitio del Buen Retiro, en la acrópolis de las ideas ilustradas y, más concretamente, de las ciencias naturales, en el cual el Jardín debía ser la primera intervención, integrado además en el proyecto de reforma del Paseo del Prado, con el que delimitaría su frente principal.
El plan inicial habría sido redactado por el arquitecto mayor Francisco Sabatini, con la asistencia de los responsables del Botánico, Casimiro Gómez Ortega y Pérez Caballero, teniéndolo concluido hacia 1776. Falto de unidad y de armonía, y de complejo diseño, su ejecución se vería sometida a fuertes críticas que debieron determinar su abandono en 1780 y la elaboración de uno nuevo, pero en base a aquel, que podría ser atribuido a Villanueva, en el que se buscó el rigor geométrico y racional inherente en un establecimiento de este tipo. Se respetaron, por tanto, del proyecto de Sabatini, sus líneas perimetrales, la organización en tres planos o terrazas, adaptadas a la pendiente natural, lo esencial de la distribución en cuadros de la parte inferior y el cerramiento con su entrada principal o Puerta Real, configurada a modo de arco de triunfo, al modo de la igualmente suya en la Glorieta de San Vicente.
Para la Estufa Fría o Pabellón de Invernáculos, que debía coronar la cima del Jardín y oponerse visual y frontalmente, como un telón escenográfico, a la Puerta Real, se designó a Juan de Villanueva en torno a 1778, quien concibió un volumen de planta en T y de un solo nivel. En él destaca su frente principal, con un cuerpo central donde se ubica el acceso en arco de medio punto, flanqueado por columnas pareadas, y dos alas de menor altura y porticadas con el mismo orden toscano.
Al poco de haberse inaugurado el Jardín en 1781 se determinó la creación del vecino edificio del Museo, obra también de Villanueva, por lo que éste planteó una plaza en exedra para separación de ambos y una nueva entrada al primero desde ésta, la Puerta Norte, en la actualidad principal. Concluida en 1789, se caracteriza por su horizontalidad y su anchura, de forma que no es sólo un paso, sino también un espacio, lo cual le otorga gran potencia y rotundidad.
A pesar del estado ruinoso en que quedó tras la Guerra de la Independencia, y a la decadencia político-económica inmediata, consiguió su resurgimiento durante el reinado de Isabel II, siendo dotado con otro invernadero en 1856, que vendría a resolver la mala orientación a poniente del Pabellón Villanueva, un zoológico en 1860, que al poco se suprimió, y un nuevo trazado paisajista, que sustituyó la rigidez geométrica primitiva.
Cerrado en 1974, se ha visto sometido desde entonces a un profundo proceso de restauración y mejora en el que destaca la recuperación global del conjunto, encargada por su propietario el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1977, la restitución de la antigua Estufa en 1979, eliminando adiciones y creando nuevos lucernarios, y la ejecución de un nuevo invernadero de exhibición en 1991, en sustitución del de 1856, el cual, adosado a la medianería Norte, resuelve perfectamente las necesidades de adaptación del Jardín Botánico a los avances tecnológicos y científicos. En éste destaca la pieza central, organizada en tres secciones de cultivo de plantas en función del clima, tropical, desértico o templado.
Acaba de ser aprobado el proyecto del arquitecto Pablo Carvajal y el paisajista Fernando Caruncho para ampliar el Jardín Botánico en su sector posterior y más elevado, tras el Pabellón Villanueva, en el que se contempla la construcción de un gran mirador, con un paseo en rampa, un estanque y una glorieta elíptica en la que se desplegará la magnífica colección de bonsai, así como semienterrados un vivero, un taller y una sala de aforo medio.



Observatorio Astronómico


(Situación)
Coetáneo del replanteamiento de la Torre de Hércules.
Una gran linterna (imagen de la arquitecura de mirador clásico) elevada sobre un pabellón. La linterna carga sobre un espacio vacío rodeado de otros espacios de servicio. Una circulación envolvente que da a dos salas simétricas a izquierda y derecha, cada una un doble cuadrado, y un espacio de servicio posterior.
Entrada pronao que hace de vestíbulo.

En el Cerrillo llamado de San Blas, en el extremo meridional de los terrenos del Buen Retiro, aislado por tapias, se encuentra este edificio, ideado, al parecer, por el célebre marino D. Jorge Juan y Santacilia, todavía durante el reinado de Carlos III, el cual vino a completar la zona de Madrid dedicada al cultivo de las ciencias, junto con el Jardín Botánico de 1781 y el Gabinete de Historia Natural, hoy Museo del Prado, de 1785.
El proyecto del Observatorio, como el de esta última edificación y algunas del dicho Jardín, sería encomendado al arquitecto Juan de Villanueva, comenzándose las obras en 1790 y en el mismo solar donde se situaba un polvorín y un juego de pelota, los cuales tuvieron que desaparecer, y en las inmediaciones de la Ermita que había dado nombre al Cerro, destruida en 1812. La construcción fue muy lenta, debido a los problemas económicos y políticos de la época, aunque en 1808, al estallar la Guerra de la Independencia, debía hallarse casi concluido, a falta de algunas esculturas decorativas, el acristalamiento y el antepecho de coronación del edificio.
Tiene planta cruciforme, con un pórtico hexástilo de orden corintio, desde el que se accede a un gran salón central y octogonal, con el que comunican cada uno de los brazos en los que se disponen las diversas piezas. Es interesante el sistema de circulación vertical, casi oculto al espectador, en torno al cuadrado en el que se inscribe la rotonda y constituido por dos escaleras de caracol, con diferente función.
No obstante, lo más característico es su imagen exterior y, concretamente, el templete circular de orden jónico o tholos que corona la composición piramidal y cuya transparencia, como la del pórtico, contrasta con la opacidad de los demás cuerpos. Formando parte de este conjunto, frente al acceso principal, se creó un cuerpo de escaleras adosado al talud sobre el que se asienta el Observatorio, cuya masividad, desnudez y austeridad parece inspirada en la arquitectura oriental.
Muy maltratado por las tropas francesas, que instalan allí una batería que domina Madrid y destruyen el telescopio principal, los daños de su fábrica fueron reconocidos por los discípulos de Villanueva, Santiago Gutiérrez de Arintero y Antonio López Aguado, quienes apremiaron al Ayuntamiento y a la Corona para su reparación. Sin embargo, ésta y la conclusión del edificio no se abordaron hasta muchos años después, bajo la dirección de Pascual y Colomer, quien obvió el proyecto original, en cuanto al remate de la cornisa con una barandilla isabelina y la adición de unos más que discutibles cupulines en la fachada principal.
En 1974, la Dirección General del Instituto Geográfico encargó al arquitecto Antonio Fernández Alba la consolidación y restitución del Observatorio, lo que llevó a cabo dentro del máximo rigor histórico y arquitectónico, haciéndole acreedor del Premio Nacional de Restauración del Patrimonio Artístico en 1980. Pendiente está aún por recuperar el citado volumen exterior de escaleras, actualmente enterrado, y la entrada principal, relegada frente a la posterior, a pesar del menor interés de ésta.


Villanueva utiliza tipos de arquitectura conocidos que va encajando formando finalmente el edificio: Museo del Prado, Observatorio Astronómico. Ésta es su forma de componer.


La maqueta de 1830 con los derribos de la época de Bonaparte, como resumen del Madrid Histórico.




REALES SITIOS

Se trataba de una Residenz Staad plural, al menos tres grandes sitios con otros tres menores. Todos ellos formaban una constelación de Sitios Reales.


Palacio de Aranjuez



(Situación)
Algo más que un palacio y sus jardines, también una ciudad: ciudad mineral + ciudad vegetal con un nexo de unión que es el palacio.

Palacio: cuadrilátero que después se ampliará cuando Carlos III decida añadirle dos alas. Desde el palacio un pentadiente organiza el jardín.

Ciudad: organizada a partir de un tridente que se extiende en damero.









La Granja




(Situación)
Real Sitio nuevo que se termina con la Colegiata de Sabatini.


El Pardo



(Situación)
Ampliado por Sabatini duplicando el anterior que había. Se cambian las torres y suprime las que quedarían en medio.
Elementos complementarios: la Capilla, iglesia de Corte y de ciudad.
Elementos menores: las casitas, pequeños palacetes que aparecen entorno a los sitios reales(Casita del Príncipe y del Infante en El Escorial, Casita del Labrador en El Pardo).



HASTA AQUÍ EL PRIMER PARCIAL






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